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lunes, 2 de enero de 2012

Principios sin desmaquillar.



EL ÚLTIMO BEETHOVEN
No he encontrado a nadie que ame la virtud
 con la misma intensidad que la belleza corporal. 
Confucio
Nadie sabe quién era, la Amada
Inmortal. Aparte de eso, todo está
claro. Ligeras notas descansan

apaciblemente sobre los hilos del pentagrama
como golondrinas que acaban
de llegar del Atlántico. ¿Qué debería ser yo
para poder hablar de él, que todavía está
creciendo? Ahora caminamos solos
sin fantasmas ni banderas. Viva el

caos, dicen nuestras bocas solitarias.
Sabemos que vestía descuidadamente,
que era dado a los ataques de avaricia, que no era

siempre justo con sus amigos.
Los amigos llegan cien años
tarde con sus sonrisas impecables. ¿Quién
era la Amada Inmortal? Ciertamente,
amaba más la virtud que la belleza.
Pero un dios de la belleza habitaba
en él y obligaba su obediencia.
Improvisaba durante horas. Anotaba unos pocos

minutos de cada improvisación.
Estos minutos no pertenecen ni al siglo diecinueve
ni al veinte; como si ácido hidroclórico
quemara una ventana de terciopelo, abriendo
así un pasadizo hacia un terciopelo

aún más suave, delicado como
una telaraña. Ahora ponen su nombre
a barcos y perfumes. No saben quién
era la Amada Inmortal, de lo contrario
nuevas ciudades y bloques de viviendas llevarían su nombre.

Pero es inútil. Sólo el terciopelo
que crece bajo el terciopelo, como una hoja escondida
bajo otra sin peligro. Luz en la oscuridad.
Adagios interminables. Así de cansada respira
la libertad. Los biógrafos sólo argumentan
los detalles. Por qué atormentaba tanto
a su sobrino Karl. Por qué
caminaba tan rápido. Por qué no fue
a Londres. Aparte de eso, todo está claro.
No sabemos lo que es la música. Quién habla
en ella. A quién está dirigida. Por qué es
tan obstinadamente silenciosa. Por qué da vueltas y regresa

en vez de dar una respuesta clara
como exige el evangelio. Las profecías
no se cumplieron. Los chinos no llegaron
al Rin. Una vez más, resultó
que el mundo real no existe, para el inmenso
alivio de los anticuarios. El secreto estaba escondido
en otro lugar, no en las mochilas
   de los soldados, sino en algunos cuadernos.
   Grillparzer, él, Chopin. Los generales están
   modelados en plomo y oropel para
   dar a la llama del infierno un momento de respiro
   después de kilovatios de paja. Adagios interminables.
   Pero ante todo alegría, alegría
   salvaje de forma, la hermana reidora de la muerte.


Adam Zagajewski (De Temblor, 1985) 



"La pena o la nada" - Nacho Vegas ( El tiempo de las cerezas)

4 comentarios:

  1. No sabemos lo que es la música...
    ... Por qué da vueltas y regresa


    Me ha gustado muchísimo. Como todo el poema. Una preciosa reflexión.

    Un abrazo, Anastasia,
    y Feliz Poesía para el 2012

    Elisabeth

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    Respuestas
    1. Este poema me ha emocionado desde el principio, no he podido evitarlo.Gracias de nuevo por pasarte por aquí Elisabeth. Con algo de retraso de deseo exactamente lo mismo.

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  2. Es una maravilla, gracias por compartirlo, y darme la posibilidad de descubrirlo por casualidad.

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  3. Gracias a ti Iseo por hacerme compañía.

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