Siempre fue la tristeza
un dócil animal de compañía
con el que yo he jugado algunas tardes.
Sin apretar los dientes me estiraba del brazo,
paseaba conmigo, se sentaba a mis pies
en los fríos inviernos.
En los días aciagos, por probar su obediencia,
le lanzaba mi alma, y ella me la traía
dulcemente empapada en su aliento doméstico.
Siempre fue la tristeza
un dócil animal de compañía,
que hace tiempo ha adoptado
esta fea costumbre de morder a su amo.
"La llamada de la selva" - Vicente Gallego (La plata de los días, 1996)
Suele ser la alegría
ResponderEliminar(o la temeridad de no obligarnos a ser
más que humanos y sencillamente complejos)
un sucedáneo de fiera adormecida,
de Dios domesticado
que va por nuestros cuartos de estar
como un cuchillo abriendo las venas de ese aire
en el que respiramos sin premura.
También se presenta,
en ocasiones,
sin traje de etiqueta en la fiesta del sol
en la ventana
y nos ruge la lírica imperfecta
de mirar cómo pasan esas nubes
y caminar descalzos
hasta la hierba y, verdes,
convertir en rocío ese pedazo de vida
que vivimos
sin temer que mañana se termine.
(escrito al pie de tu poema de V.Gallego, en Valencia, a las 13.43 del sábado 15 de agosto de dos mil diez....)
Quizá sea porque los poemas que escribes a partir de lo que publico están más cerca de mis emociones (todo lo que publico está estrechamente relacionado con ello) pero me encantan. No quitaría ni una coma.
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