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miércoles, 20 de abril de 2011

Habíamos quedado en repetirnos.


Gordon Matta Clark


"Ella tenía en las manos un horrible ramo de flores preocupantemente amarillas. No sé cómo demonios se llaman pero por alguna razón son las primeras que aparecen en Moscú. Esas flores se veían muy bien en contraste con su abrigo negro. ¡Llevaba flores amarillas! Un color muy desagradable. Ella giró la esquina de Tverskiy y miró hacia atrás. ¿Conoce Tverskiy? Por allí pasan miles de personas pero le juro que ella sólo me vió a mí y miró ya no con preocupación pero incluso con cierta tristeza. Y me fascinó no tanto su belleza como esa increíble soledad que había en sus ojos.
Sometiéndome a esa señal amarilla también giré la esquina y seguí sus pasos. Caminabamos por la torcida y triste calle sin dirigirnos la palabra pero yo por un lado de la acera y ella por el otro. Imagínese, no había nadie en toda la calle. Yo sufría porque tenía la sensación de que tenía que hablar con ella como fuera y me preocupaba el no ser capaz de pronunciar una palabra y entonces ella se iría y nunca la volvería a ver.
Y, figúrese, de repente habló ella:
-¿Le gustan mis flores?
Me acuerdo perfectamente de cómo sonó su voz: baja y a ratos rota y de cómo, y aunque parezca tonto, me pareció que el eco sonó por la calle golpeando la sucia pared amarilla. Rápidamente me pasé a su lado de la acera y contesté:
-No.
Ella me miró sorprendida y, de repente y de forma completamente repentina, comprendí que ¡toda la vida había amado justo a esa mujer! ¿Parece una broma no? ¿Usted dirá que estoy loco verdad?".

"Maestro y Margarita" - Mijaíl Bulgakov Traducción Anastasia K,

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