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domingo, 22 de agosto de 2010

Sandía para el insomnio.

"La Reine des Fritures" -  Stephan Vanfleteren,1990 

¿Por dónde empezar?, se repetía Joséphine observando la intensidad de la luz de este mes de enero descender suavemente hasta la cocina, alumbrar con un pálido resplandor el borde de la pila y morir en el desagüe. ¿Existe un libro que ofrezca recetas para escribr? Medio kilo de amor, trescientos gramos de aventuras, seiscientos gramos de referencias históricas, un kilo de sudor...déjese concer a fuego lento, en horno caliente, saltear, remover para que no se pegue, evítense los grumos, déjese reposar, tres meses, seis meses, un año. Stendhal, por lo que se dice, escribió La cartuja de Parma en tres semanas, Simeon finiquitaba sus novelas en diez días. ¿Pero cuánto tiempo antes habían pasado engendrádolas y nutriéndolas al levantarse, al ponserse los pantalones, bebiendo un café, recogiendo el correo, mirando la luz de la mañana posarse sobre la mesa del desayuno, contando las motas de polvo en un rayo de sol? Dejar el tiempo en infusión. Encontrar su propio modo de empleo. Beber café como Balzac. Escribir de pie como Hemingway. Aislada como Colette cuando Willy la encerraba. Investigar como Zola. Tomar opio, tintorro, hachís. Chillar como Flaubert. Correr, divagar, dormir. O no dormir, como Proust. ¿Y yo? El hule de la mesa de la cocina, el cara a cara con la pila, la tetera, el tictac del reloj, las migas del desayuno y las letras a pagar. Léautaud decía "escribid como si escribieseis una carta, no releáis, no me gusta la gran literatura, sólo me gusta la conversación escrita". ¿A quién podría enviarle una carta? No tengo amante que me espere en el parque. Ya no tengo marido. Mi mejor amiga vive en el mismo descansillo.
"Les yeux jaunes des crocodiles (Los ojos amarillos de los cocodrilos) - Katherine Pancol, 2006

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